domingo, 9 de septiembre de 2012


Una frase en un banco

 Aquel domingo perezoso y fresco se anunció con el sonido de  risas y cantos de un grupo  que pasaba por la vereda de su casa haciendo alboroto, seguramente madrugados, volviendo de alguna disco, con la frescura , el desenfado y la libertad de todos los jóvenes a esa edad.

Miró la hora y decidió quedarse un rato más en la cama, “haciendo fiaca”, disfrutando del placer de la no madrugada del día no laboral. Dormitó un poco, soñó de a ratos y pasados unos cuantos minutos decidió abandonar la cama. Se levantó sin prisas, sin presiones. Disfrutó de una ducha caliente, sin apuros, sin reloj.

Preparó su desayuno y decidió escuchar un poco de música mientras disfrutaba de sus mates mañaneros junto a unas tostadas con manteca y mermelada de duraznos preparada por las septuagenarias manos de su querida abuela.

Ritualmente ordenó algo del desorden de su casa, acompañó la tarea con algunos sahumerios y el sonido de su grupo favorito y, al terminar,  decidió salir a caminar por la ciudad tranquila y calmada de un domingo quieto. Se calzó sus zapatillas y su ropa deportiva y salió a la calle con los primeros rayos del sol que llegaban hasta ella entre tantos altos edificios.

Siempre le llamaba la atención lo distinto que la ciudad se veía sin tanto alboroto, ni bullicio. Toda esa calma le permitía descubrir encantos y lugares especiales a lo largo de su trayecto. Por eso elegía ese día cada semana.

Recorridas algunas calles, luego de casi media hora de caminata, llegó al verde parque que se encontraba en el medio de la ciudad y se adentró en sus arboladas avenidas dejándose llevar por la naturaleza que la rodeaba. Luego de unos minutos llegó hasta el pequeño lago situado en el centro del parque y decidió descansar y sentarse en un típico banco de madera, lleno de inscripciones y desgastado por el uso. Curiosamente comenzó  a recorrer y leer las palabras que poblaban aquel viejo descanso, algunas profundamente grabadas, otras casi a punto de desaparecer. La mayoría esculpidas en la dura madera y algunas de ellas hechas con el típico  corrector blanco acaso un poco más débil y más rápidamente borradas por el tiempo y el roce.

 Le llamó poderosamente la atención una frase escrita a lo largo del respaldo, en imprenta, cuidadosamente plasmada: “En tus venas mi sangre, vivo por vos”  oct/68.

Comenzó a imaginarse cómo serían los dueños de aquellas palabras, supuso que lo habría escrito él para la mujer que le quitaba el aliento y despertaba su eterno y vital amor. Les puso nombres: Juan y Ana, los imaginó jóvenes y alegres, desprejuiciados,  entre abrazos y besos, con los dedos entrecruzados recorriendo las calles y terminando indefectiblemente sentados en aquel banco. Él,  acariciando su pelo, ella, besando suavemente su rostro y sus manos. Los pensó con mocasines de tacos gruesos y plataformas, pantalones elefante, minifalda, cabellos largos, alegres.

 Tuvo una extraña y agradable sensación pensándolos, volando en el tiempo y creando con su imaginación toda una escena llena de amor. La hizo sentir bien, la hizo sonreír. Deseó  que, aunque sea un poco, aquella simple y a la vez profunda  frase la contagiara de alegría y pasión que, aunque sea un poco, pudiera llevarse con ella la hermosa sensación de estar compartiendo en otro espacio y otro tiempo una bella historia de dos amantes. Se quedó así un rato, con la mirada perdida en el cielo y una tímida sonrisa esbozada en su rostro.

Luego de unos minutos,  un pequeño perro con sus ladridos la alejó abruptamente de sus pensamientos y la trajo de nuevo a su realidad. Sin embargo, se sentía bien, feliz, sonriente, envuelta en una agradable sensación difícil de describir pero fácil de disfrutar.

Se puso de pie, acarició aquellas letras, sonrió nuevamente y regresó a su casa con el convencimiento de que “Juan y Ana” habían sido felices toda una vida juntos,  unidos por un hermoso sentimiento. Y  que, ahora ancianos vivían en algún lugar no muy lejano, rodeados de hijos y nietos frutos de su gran amor.

Ese pensamiento  la hizo sentir bien, optimista, soñadora y le regaló una incomparable sensación por el resto de su día.
 

 

No hay comentarios: