domingo, 10 de febrero de 2008

almohada...


De madrugada...entredormida...giré mi cabeza...
la almohada conservaba tu perfume...olía insistentemente a ti...
suspiré...
todos mis sentidos se exaltaron...

Antagonismos




A veces me siento justo al borde
de un abismo
con mis pies posados en suelo débil y quebradizo
veo desprenderse parte del terreno debajo de mis zapatos
veo caer las rocas hasta perderlas de vista...
mantengo el equilibrio...
busco las fuerzas...
y doy un paso atrás...
uno solo...
porque el abismo sigue ahí,
haciéndose más grande para alcanzarme
nuevamente
y socavar mi suelo firme...






A veces me siento volar
ascendiendo por sobre el horizonte
sintiendo la brisa en mi rostro
sintiendome liviana
hermosa
aliviada.
Plena de libertad, sin miedos, sin ataduras
comienzo a elevarme más y más...
pero...
no quiero irme lejos...
no quiero perderme en el abismo oscuro del infinito
Prefiero aminorar mi vuelo
y mantenerme en el límpido cielo, entibiada por el sol
cerca de la tierra
debo sostener mi vuelo así
modularlo
no elevarme demasiado...


Imaginando

Sentado cómodamente en aquella hamaca, en la galería de su casa, estaba leyendo, como lo había hecho durante toda su vida...de pronto, su mirada pareció perderse en el infinito. Ya con sus más de 70 décadas, podia atesorar millones de recuerdos a lo largo del camino.
Sus blancas canas entremezcladas con uno que otro cabello renegrido, vestigios de una otrora hermosa cabellera negra, se dejaban acariciar por la brisa de la tarde. Sus pensamientos viajaban en el tiempo y en el espacio, lo transportaban muchos años atrás, a su juventud, a sus experiencias vividas.
Recordaba aquella mujer, aquel cuerpo, aquel lecho. Recordaba su suavidad, su dulzura y su entrega. Su rostro nunca había desaparecido de su mente, más aún después de la hermosa amistad que cultivaron. Y era uno de los tantos y tantos momentos gratos que habían llenado poco a poco su larga vida...

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En el jardín de su casa, regando sus plantas y acompañada de sus perros, ella se dejaba llevar por los recuerdos. A sus casi 80 años, se la veía mucho más menuda de lo que siempre había sido. Enfrascada en sus pensamentos, recordaba aquel hombre que la movilizó, que fue gentil y amoroso. Aquel hombre que le ayudó a despertar a la mujer dormida en ella, libre, auténtica. Podía ver claramente sus facciones, él era muy atractivo y sus hermosos ojos oscuros desviaban la mirada de cualquier mujer. Podía afirmarlo ya que se trataba de uno de los mejores amigos que la vida le había regalado...

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Su hija menor llegó por detrás imprevistamente y lo abrazo cariñosamente, sacándolo de su viaje al pasado. Acercó otra silla cerca de la hamaca y se quedó con él, a su lado, como todas las tardes...charlando...compartiendo...

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Mientras seguia regando, su esposo se acercó a ella, la trajo nuevamente al presente, y le ofreció un exquisito mate amargo, como solo el sabía hacerlos...y se quedó allí ...a su lado....