La Casa de la playa
La casa de la playa siempre era su refugio en ocasiones como
esta. Había llegado por la madrugada y el día precioso de sol, el mar muy calmo
y la tranquilidad del lugar brindaban un poco de sosiego a su alma intranquila, triste y dolida. Además,
este lugar siempre le ayudaba a despejar
sus pensamientos y poder meditar las cosas desde otra perspectiva.
La discusión de la noche pasada había sido bastante dura y
dolorosa. Tal vez la primera tan desagradable. Frecuentemente, cuando hay mucho
enojo, se pueden decir palabras muy crudas e hirientes y ella las había dicho…pero
también las había escuchado…y dolía, dolía
mucho.
Dentro de sus pensamientos e incertidumbres también
habitaban recuerdos de otras épocas en las que todo era armonía y
entendimiento, reinaban los arrumacos y los besos, las charlas eran interminables y se sentía
todo tan sencillo y sin complicaciones. -"¿Será todo parte de la evolución que
una pareja debe tener?"- se preguntaba. Hacía ya 6 años que estaban juntos y
compartían la vida. Recordó que en el preciso instante en que lo había visto se
había enamorado perdidamente de él, que la había atrapado su inteligencia y su
educación, además, se podía decir, que
era el hombre más lindo en aquella reunión; al menos según su gusto. -“Aún hoy
sigue siendo atractivo”- pensó- recreando la imagen de su esposo en su mente.
Luego de desayunar, se dispuso a caminar por la playa en
aquella apacible mañana soleada. La acompañaban sobrevolando algunas gaviotas y el sonido del mar que parecía entender su
necesidad de paz y claridad de pensamiento, y se mostraba sumamente quieto y en
paz. Mientras caminaba sentía la brisa marina acariciándole el rostro y por un
instante, extrañó su mano amarrada y sus dedos entrelazados con los de su
compañero, ya que ambos disfrutaban de recorrer la distancia que separaba la casa del
muelle más cercano, siempre tomados de la mano.
Tras casi hora y media de caminata, regresando a la casa y,
desde una cierta distancia, notó que ya
estaba siendo necesaria una renovación del exterior de la misma. Instintivamente
vinieron a su mente imágenes de cuando, ambos, juntos, construyeron aquella
vivienda. Fue tan simple ponerse de acuerdo, fue tan hermosa la sensación de
tener los mismos proyectos y gustos, de sentir que no necesitabas explicarte
como querías esto o aquello porque el otro captaba la idea al instante.
A medida que el día avanzaba y recorría la casa o se sentaba
o recostaba en algún ambiente de la
misma, se daba cuenta lo repleta de recuerdos que estaba. Cada puerta, cada
cortina, cada adorno, cada rincón…hasta los colores elegidos para pintarla tenían
un significado y una pequeña historia…y mientras los añoraba, notaba que en la suma de momentos en su vida junto a
su esposo el saldo siempre era positivo.
Casi al ponerse el sol, mientras leía, escuchó un automóvil llegar a la casa, se
puso de pie, dejando el libro sobre una
mesita, se asomó a la ventana y esbozó una pequeña sonrisa. Se dirigió a la
puerta y al abrirla escuchó: -“Perdoname”- al mismo tiempo que ella también lo decía. Se unieron en un fuerte e
interminable abrazo mientras los últimos rayos del sol se dejaban ver, para dar
paso a un cielo infinitamente estrellado y a la naciente noche que sería
testigo de la reconciliación de dos amantes.
1 comentario:
No creo en ese tipo de reconciliaciones. Soy de los que opinan que no se llega a nada positivo a futuro cuando dos personas que se quieren se hieren. Querer no es amar. Hay un abismo entre ambas palabras. Lo raro es que cuando se aman es más difícil darse cuenta para el otro y más fácil para quien lo expresa.
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